lunes, 22 de diciembre de 2014

¿Quién es este niño? por Manuel Gago



                        Sobre el significado de la Navidad y el nacimiento de Jesús de Nazareth

Si José no hubiera sido el carpintero fiel habría rechazado a María, habría ejercido su derecho de acusarla de infidelidad para lapidarla frente a una multitud atada a sus leyes, como todavía es costumbre en el oriente islámico. No la conocía – no la tocó físicamente – y la virgen estaba embarazada, “se halló que había concebido del Espíritu Santo”. El ángel Gabriel – como todos los ángeles creados para advertir, cuidar y guiar – fue portador de la noticia tan esperada por todos los hebreos: la llegada del Mesías.

Por razones tributarias, durante el imperio de Augusto, se dispuso un censo en todo territorio ocupado por romanos. Se ordenó empadronar a cada poblador en su lugar de origen, en su casa y linaje. José y María venían del linaje de David, del rey de los judíos, y venían de una casa de la villa de Belén.

José, advertido del niño excepcional que su mujer albergaba en su vientre, salió con María, de Nazaret hacia Belén. Tocaron puertas y todas las habitaciones estuvieron ocupadas por viajeros obedeciendo el decreto de inscripción. Sólo encontraron un corral para descansar los huesos y paliar el frío de la noche en lo único disponible que había, “porque no había lugar para ellos en el mesón”. En medio de los animales, la virgen – la no tocada e inmaculada – dio a luz a un niño cuyo “reino no tendrá fin”. Un pesebre es el centro del corral, con un rey nacido en medio del rebaño maloliente.

De tremendo gozo fue la llegada del Mesías anunciado por los ángeles a los pastores de las cercanías. El júbilo del campo alcanzó los oídos de Herodes, quien turbado y sin saber dónde y cuándo aconteció, no se le ocurrió mejor idea que matar a todos los recién nacidos para eliminar al esperado niño. El malvado Herodes conocía acerca de la profecía: que de “Belén, pequeña, de ti me saldrá el que será Señor en Israel”, que de Belén saldría un guiador “que apacentará a mi pueblo Israel”.

Advertidos José y María, huyeron de Belén rumbo a Egipto para salvar al niño. Es este el motivo por el cual los Coptos – los primeros cristianos – construyen monumentos en Alejandría y en todo Egipto, recordándonos que aquel niño estuvo allí mucho antes de manifestarse en el templo, a los 12 años, frente a los doctores de la ley, “maravillados de su inteligencia y de sus respuestas”.

No sabemos con exactitud si Jesús nació en diciembre, un día 25. Los astrólogos hablan de acontecimientos astronómicos, de un lucero extraordinario, un cometa que podría ser, según los evangelios, la “estrella” guía de los reyes de oriente, anuncio del nacimiento del hijo de Dios – “Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de paz” – a quien dejarían el mejor de sus regalos: oro (porque era rey de reyes), incienso (aroma de divinos) y mirra (yerba para muertos, anunciando así su inmolación por la humanidad).

El Cristo, llamado Emanuel, Jesús – con rango divino, excepcional, único, salvador – es el centro de la festividad más grande de Occidente. En la Navidad celebramos la promesa cumplida: el nacimiento del Cordero dispuesto a entregar su vida por la humanidad.

Por: Manuel Gago Medina

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