lunes, 1 de junio de 2015

Perdón por perdonar



Sobre el perdón convertido en un acto de fragilidad.

Contrario a lo que podríamos creer, la cobardía ni perdona ni clama esa gracia, mientras la valentía se humilla frente a sus errores, faltas y actos equivocados que fueron motivo de daño. Desde niños nos dijeron que los hombres – los más machos – no lloran, que el llanto es de mariquitas. Desde entonces -sabe Dios desde cuándo-, se nos metió en el tuétano una hombría enmascarada, arrogante y fría, capaz de ocultar toda sospecha de debilidad jamás expuesta públicamente para no socavar inteligencias y poderes en un mundo donde la sobrevivencia viene acompañada de avasallamientos y atropellos.

El perdón convertido en un acto de fragilidad. No hay quien quiera ser parte de los endebles y leves, todos buscando un éxito de cualquier cosa para mostrarse en el pódium de los victoriosos. ¡Qué vergüenza una franqueza posteada en Facebook o en la intimidad de una alcoba! El perdón convertido en un acto de desprestigio y negación.

Lloramos cuando Abimael Guzmán fue presentado en traje a rayas. El monstruo atrapado. Ese día estuvimos en la sierra de Arequipa, perturbada hoy por los mismos actos que ese ideólogo de la violencia cometió con tanta alevosía en los ochenta. Tristeza por “Feliciano” cuando le quitaron la capucha que le cubría antes de ser bajado del avión que lo traía a Lima. “Tres Tres”, el general Eduardo Fournier, nos dijo después que Óscar Ramírez Durand (a) “Feliciano” no merece clemencia alguna por sus crímenes atroces. ¿Por qué conmovernos de quienes tiempo atrás asesinaron en Huancayo a profesores del Colegio Ramiro Villaverde, a funcionarios del Ministerio de Agricultura, al alcalde de la ciudad, al médico y al vecino queridos y a tantos estudiantes de la Universidad del Centro?

Veo ahora en la televisión a José Carlos Agüero -autor del libro Los Rendidos- y volvemos a conmovernos. El piso otra vez a punto de desplomarse. Empatía, nos dicen por todos lados. Suena bien practicar la empatía con los queridos y amados, con los propios y cercanos. ¿Y con el resto? ¿Los que no son de nuestra cofradía?

Dicen unos que disentir de la izquierda radical que asesina y se aprovecha de la inocencia de los pobres es consecuencia de una “experiencia”. Una coartada como “experiencia” es suficiente para negar una férrea convicción madurada a luz del día. Si a tu padre lo mató Sendero Luminoso, entonces; Sendero se convierte en tu enemigo personal. ¿Una falacia?

No todo se perdona, dicen unos. No a todos se perdona, dicen otros. El perdón sometido a la relatividad de todos los tiempos y espacios, el perdón sin ser de alcance universal. Tal vez mañana, con algo de pudor, arrepentimiento o abatidos a punto de morir, podamos perdonar o pedir la gracia en voz baja, sin testigos ni cámaras ni grabadoras.

Para los creyentes, el perdón es mandato bíblico. “Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores” dice el Padre Nuestro, la oración clamada diariamente. También está escrito: 70 veces 7 perdonar a quien ofende. El perdón, la máxima del cristianismo

No hay mérito amando y perdonando a los iguales. Que la justicia se encargue de los faltosos. Un perdón detrás de cada reja no se acepta, no es políticamente correcto. Púdrete en la cárcel para avivar las inconsciencias de las masas.



Por: Manuel A. Gago Medina

1 – Jun – 2015