Artículo de opinión de Ruben Vargas publicado en El Comercio
En el Vraem de hoy se repite la historia vivida en el Alto Huallaga durante la década de 1980: sus principales organizaciones sociales giran en torno a la coca articulada a la cocaína. Muchas autoridades locales se han convertido en firmes eslabones del tráfico de drogas. Los elementos corruptos de las fuerzas del orden han crecido geométricamente, en la misma magnitud y altura de las narcoavionetas que sobrevuelan a diario los cielos de este valle.
El Gobierno, como ocurrió en el Alto Huallaga, no sabe cómo enfrentar este serio problema. La estrategia de la reconversión productiva no ha dado los resultados esperados porque, entre otras cosas, se ha cometido el error de convertir a la organización cocalera en contraparte y principal interlocutor del campo, a sabiendas de que representa solo al sector de la narcococa y no a todos los agricultores que, lamentablemente, siguen invisibles a los ojos del Gobierno.
Qué duda cabe, en muchas regiones, especialmente en Ayacucho, y las que son usadas como ruta de salida de las drogas (por ejemplo, Apurímac), la historia negra del narcotráfico y de las autoridades involucradas en este negocio se repite exactamente igual a como ocurría en el Alto Huallaga. Entonces teníamos a una autoridad regional y a varios alcaldes que financiaban las huelgas cocaleras y daban estipendios a los llamados dirigentes cocaleros para que, machete en mano, se enfrentaran a la policía antidrogas cuando erradicaba la coca o destruía los laboratorios de cocaína. ¿Recuerdan que las huelgas cocaleras eran consensuadas entre los dirigentes cocaleros, el terrorista ‘Artemio’ y algunos alcaldes en el Alto Huallaga? Algo parecido está ocurriendo en el Vraem.
Los costos del último congreso cocalero realizado en febrero del 2014, en que se decidió rechazar y enfrentar a la erradicación de la coca, fue asumido por varios alcaldes del Vraem. Y no solo eso: actualmente una autoridad local está financiando, con dinero público, a un personaje vinculado al grupo terrorista cuyo objetivo es infiltrarse en las organizaciones sociales con las que se intentó trabajar en la “reconversión productiva”.
Varios ministros, que aún no entienden la naturaleza y magnitud del problema ni a los actores que están tras bambalinas, a veces pecan de candidez. Creen que solo con discursos y visitas esporádicas van a persuadir a quienes están acostumbrados a vivir en la lógica del dinero fácil.
En el Alto Huallaga se trabajó durante dos años en “separar la paja del trigo”. La operación de inteligencia policial Eclipse 2010 permitió identificar y judicializar a los dirigentes cocaleros que eran vulgares narcotraficantes y a las autoridades que colaboraban con el terrorismo. Este fino trabajo policial permitió sacar la careta a muchos personajes mediáticos que, para un sector de la prensa limeña, eran luchadores sociales.
Este mismo esfuerzo se necesita realizar urgentemente en el Vraem. Se tiene que desenmascarar a los quintacolumnistas del narcotráfico y del terrorismo que ahora están pasando como dirigentes cocaleros, asesores de las organizaciones sociales y hasta alcaldes, aprovechando la miopía de algunos ministros y de los funcionarios gubernamentales. Sin este paso previo, es como pretender resocializar a un sicario enseñándole a cantar villancicos navideños.
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