miércoles, 11 de julio de 2012

Mesa de escucha‏






Lo que sucede en Cajamarca es preocupante, más aún cuando los políticos parecen no entender la magnitud del problema y tibiamente y hasta haciéndole el juego a los revoltosos se despachan públicamente. El punto de quiebre del desarrollo nacional, la continuidad como un país civilizado y la autoridad están en juego. A Gregorio Santos y sus compinches Wilfredo Saavedra y Marco Arana no les importa el futuro del país y su descomunal intolerancia está dejando muertos que no quieren asumir. Eso de la mesa de escucha que proponen es una muestra más de que en el país aún sobreviven los caciques que se aprovechan de la inocencia de la gente y quieren imponer a como de lugar sus caprichos primitivos.

Pareciera que los años de sangre que vivió el país ya casi a pocos les importa. El discurso medioambiental nos confunde y nos agarra desprevenidos porque no hay información suficiente y fácil de entender por parte de las autoridades y de las mineras. Para los operadores políticos el tema es la mejor tribuna para jugar con su popularidad. Creen los congresistas que invitando a las partes en conflicto al edificio del congreso los desentendimientos pueden tener una solución. Los temas del reasentamiento de Morococha y del Centro Metalúrgico de La Oroya hace tiempo fueron tratados por el actual y el anterior congreso. Los problemas siguen allí porque la terquedad de un alcalde por un lado y la de los empresarios reclamando sus acreencias por otro lado no permiten soluciones ingeniosas a los conflictos. La mesa de escucha que propone Santos coloca al peruano común en su exacta dimensión. Somos incapaces de dialogar porque ello implica ceder. Creemos que ceder es debilidad y debilidad cobardía. Como este es un país de machos lo que impera es la brutalidad torpe, arrolladora y bulliciosa.

Es momento de marcar distancia entre el futuro y el atraso. Alinearnos con el progreso y desarrollo. A los dirigentes les importa dejar muertes a su paso para edificar mártires y darle algún sentido popular a sus reclamos con  violencia. No nos engañemos, en la turba se cobijan terroristas. No seamos tan ingenuos, el objetivo de ellos es volver a los ochenta. Muchos se equivocaron cuando eligieron a Ollanta Humala como presidente y su discurso por el agua en desmedro del oro y su poca eficacia resolviendo conflictos. Que no sea esto excusa para avivar la intención nada oculta de los que quieren la destrucción de los medios productivos para imponer luego un estado de violencia, corrupción y narcotráfico. Daríamos marcha atrás negando todo lo avanzado.  

                                                                                                                     Manuel A. Gago