domingo, 24 de junio de 2018

Mujer conducía vehículo en aparente estado de ebriedad, impacta contra vehículo y termina en poste de alumbrado público








 Al promediar las 10:30 p.m. de la noche en las inmediaciones del Jr. Tacna y el Jr. Puno se registró un violento accidente de tránsito que pudo dejar víctimas mortales. Una fémina en aparente estado de ebriedad, habría impactado su unidad contra otro auto y producto de impactó terminó empotrado contra un poste de alumbrado público, dejando con saldo daños materiales y una persona herida.

Tras ser alertados por una llamada de emergencia, los agentes del Serenazgo de Huancayo rápidamente se dirigiendo al lugar encontrando la unidad color negro de placa W3T-010 que era conducido aparentemente por Glenda Chacaltana Baldivieso (25) quien según testigos presentaba claros signos de ebriedad, rápidamente se cambió al asiento del copiloto para evitar cualquier responsabilidad. Esta mujer habría impactado al otro automóvil de color negro de placa C4Y-201 que era conducido por Cristian Samaniego Guzmán (35) que transportaba a una pasajera quien resultó herida.

Los serenos de Huancayo encontraron a Sheila Díaz Manoyama (35) quien señaló haber manejado la unidad, sin embargo los vecinos desmentían dicha versión. En la unidad piloteada por la fémina también viajaban Daysi Casana Rodríguez (57) y Yesica Cóndor Sánchez (35) quienes presuntamente se encontraban con signos de ebriedad.

Ambas unidades presentaban daños materiales, pero la fémina que viajaba en la otra unidad que fue impactada resultó con una lesión en la cabeza y una hemorragia. Ella fue identificada como Wendy Gisela Cóndor Curi (23) y fue ingresada de emergencia a la Clínica Ortega siendo diagnosticada con contusiones y corte en la parte frontal izquierda de la cabeza. En tanto las mujeres implicadas en este accidente fueron llevadas a la Comisaría de Huancayo para realizar las diligencias del caso.

Hallan cadáver de joven estudiante con signos de haber sido asfixiada en Huancavelica



El cuerpo de Judith Noemí Solis Leandro, una joven estudiante de 21 años, fue encontrado este viernes 22 enterrado detrás de la I.E. Nº 22053 del centro poblado de Cochamarca, distrito de Aurahuá, provincia Castrovirreyna (Huancavelica). La joven estaba desaparecida desde el martes en la tarde.

Su padre Isidro Solis denunció que su hija fue estrangulada. “Le han ahorcado con su chalina”, dijo. La estudiante de enfermería técnica del Instituto de Educación Superior Tecnológica de Aurahuá acudió el martes a un evento deportivo en Cochamarca. Esa fue la última vez que la vieron.

El miércoles, sus familiares denunciaron su desaparecieron en la comisaría del distrito de Aurahuá. Isidro Solis dijo que los efectivos de esta dependencia policial no la buscaron, por ello acudió a la comisaría del distrito de contiguo de Huachos.

El padre de Judith Noemí afirmó que el viernes recibió la llamada de un hombre, identificado como José Luis Sánchez Alonso, quien le dijo dónde estaba enterrada su hija. “El asesino me declaró, ‘tu hija está en Cochamarca. Está botada detrás del colegio. Anda búscala. No sé qué me ha pasado’”, contó que le indicó.

El cuerpo de la joven fue llevado a la Morgue de Alto Larán, en Chincha (Ica) para su autopsia. Los familiares de la joven exigen la captura del principal sospechoso de este crimen, quien habría asesinado a la joven tras intentar abusar sexualmente de ella. “Quiero justicia. Que no se escape. Qué esté en las manos de las autoridades”, pidió el padre.

rpp Huancavelica

Proyecto facho

Por Pedro Salinas

El proyecto fujimorista es, por donde lo miren, y como todas las iniciativas que presenta esta organización, pura basura autoritaria. A través del cual no se busca premiar y financiar el talento, sino la sumisión.

Es como si hubiese una competencia interna entre ellos para ver quién es el más facho, el más carca, el más ultra. Como si hubiesen apostado un chifa por ver quién es capaz de presentar el proyecto más idiota. O algo así. Me refiero al fujimorismo, obviamente, y a su proyecto fascista y esperpéntico que aspira a no financiar películas peruanas en plan La boca del lobo, o La teta asustada, o Magallanes, o La hora final, o NN, o La última tarde, o La casa rosada, o Caiga quien caiga.

Acabo de leer el bodrio de catorce páginas firmadas por más de una decena de fujimoristas, en las que el artículo 9 sobre los “concursos para el desarrollo de la cinematografía y el audiovisual” indica que “los proyectos seleccionados (para ser financiados en parte por el Estado) no podrán incurrir en apología del terrorismo”, sin especificar a qué se refiere, claro. Acto seguido, “precisa” (es un decir) que estos no deben enaltecer “ninguna forma de abuso, violencia física y/o psicológica u opresión al ser humano”. Esto último léase como torturas infringidas por militares contra civiles inocentes en los tiempos de la guerra interna. Y fíjense. Incluso me atrevería a aventurar que también estarían proscritos los maltratos infligidos por curas católicos. Porque, como verán, todo puede entrar en ese combo surrealista y prepotente.

Algunas opiniones de especialistas no se han hecho esperar. La Unión de Cineastas Peruanos, por ejemplo, ha advertido que la iniciativa de marras “es un peligro contra la libertad artística en el cine peruano, en el contexto de paranoia ultraconservadora que busca invadir la política peruana y uniformizar la memoria de nuestra historia nacional”. Y repudia “este ensayo de censura”.

Para la promotora cinematográfica Mónica Delgado, la ley fujimorista es un “mamarracho”. En opinión de Rosario García-Montero, directora de Las malas intenciones, “es un intento de censura evidente (…) para ellos (los legisladores naranjas) cualquier cosa es apología del terrorismo”. Desde la óptica del aguzado crítico de cine Ricardo Bedoya, la propuesta es una “clara censura a proyectos cinematográficos”. Y se explaya. En Ideeleradio advirtió que hay una campaña negacionista para olvidar ciertos asuntos que han ocurrido en el país y que afectan la construcción de la memoria. Algo similar ha anotado Rosa María Palacios en la web de este diario. Y el connotado y talentoso cineasta Javier Corcuera, bloguero de La Mula, reaccionó a la idea de la siguiente manera: “Resulta que ahora quieren ‘terruquear’ el cine, no podrán”.

Así las cosas, estamos ante una nueva arremetida del totalitarismo más burdo, disfrazado de partido político, cuya receta para todo es suprimir la libertad y reemplazarla por la mordaza. En este caso, de aprobarse el engendro legal, la tacha se haría efectiva a través de un Estado intervencionista al que le corresponderá, de acuerdo a los policías burocráticos de turno, y en nombre de la cultura cinéfila, qué proyecto cuenta la “verdadera” historia y cuál no. Obviamente, en la historia de ellos, de los keikistas, jamás hubo violaciones a los derechos humanos. Y el Grupo Colina fue una banda de rock. Figúrense.

Y no me digan que exagero, porque créanme que me encantaría que fuese así. Pero no. El proyecto fujimorista es, por donde lo miren, y como todas las iniciativas que presenta esta organización, pura basura autoritaria. A través del cual no se busca premiar y financiar el talento, sino la sumisión. Una vez más, la bancada keikista trata de instituir la censura. Y eso, ya saben, no trae nada bueno.

“La entronización de la censura significa que una sociedad entera abdica a favor de una institución burocrática el derecho de decidir lo que es bueno o malo para su salud”, escribió hace una buena cantidad de años el Nobel Mario Vargas Llosa. Y es así. Cualquier forma de censura debería ser desterrada de la cultura. Las restricciones y prohibiciones no defienden el cine: lo atrofian, lo distorsionan, lo matan.

Ahora bien, como anotó Corcuera en su post mulero, “no hay mejor promoción de una película que un comité de censores”. Porque a ver. Todo veto confiere atractivo, llama la atención, prende la curiosidad. El objeto clandestino o condenado suele tener cierto halo de dignidad. Pregúntenle a Eva, la mujer de Adán, qué tan sabrosa se puso la manzana apenas dios le dijo que no se la comiera. O pregúntenle al cardenal Juan Luis Cipriani cuando exhortó al público en una homilía a que no viera El Código Da Vinci.¡La gente corrió a los cines a verla! Las persecuciones inquisitoriales suscitan generalmente el efecto contrario. En fin. Solo queda combatirlos.