Acerca de los padres, los hijos y la permisividad extrema de los nuevos tiempos.
Con Harry, el doctor de mi madre – hablando de nuestras madres -, concluimos que la mía y la de él hubieran acabado en la silla eléctrica si nos hubieran criado en estos tiempos de modernidad y mente abierta, de derechos y de vigilancia ciudadana. Igual, con amigos de colegio, recordamos al cura director dándonos de alma por mala conducta y cursos reprobados. Pobre cura, tan querido ahora, sus esfuerzos por disciplinarnos con tanto esmero hubieran acabado también en el patíbulo por obedecer el encargo de los padres, de mantener en línea a los pupilos con tres puntas.
Una mujer llorosa y desconsolada, en la Feria Dominical, pide que se le reprima a su hijo. Madre abandonada – tan común en el Perú -, haciendo de padre y madre en circunstancias tan adversas: Sin conocimiento, sin recursos económicos y con la mirada inquisidora de sus vecinos. Madre soltera haciéndose la imagen de padre, cabeza de familia inexistente en otro de tantos hogares llamados ahora disfuncionales. El chico – con ganas de hacer lo que le da la gana, sin ayudar en el negocio de subsistencia de su madre – ni se inmuta sabiendo que no hay quien tenga autoridad en él. Imagínese la desesperación de aquella madre pidiendo socorro al primero que encuentra en la calle.
Un trabajador de construcción civil solicita que su hijo le acompañe al trabajo los días sábados. Un padre abandonado, impotente de controlar a su pulpín en sus momentos fuera del colegio. Sabe que su hijo debe comenzar a conocer la vida dura trabajando desde joven. Sabe que su hijo ya sabe como las arañas. El hijo, a la primera, se fue a la panadería, robó una bolsa de panes y metió mano en la caja registradora. El dueño de la panadería llegó a la obra con policía y como es constante en el país, los obreros y los mal vestidos y mal hablados son sospechosos de todos los crímenes aún sin haberse cometido. Todo se arregló y desde entonces se supo que el hijo era huesito difícil de roer.
“Quiero un helado… buuu… quiero un helado má… buaa”. Qué incomodidad de la madre y de los pasajeros de la combi con los llantos de un niño de unos 4 años, después que un vendedor ofreciera helados en el micro. Más de uno queriendo intervenir pero ya sabemos que no sabemos cómo reaccionaría la madre o algún open mind con grabadora en mano y el evento termina en la comisaría con nueve meses de prevención carcelaria por recomendar disciplinar al hijo desde muy pequeño.
Si se quiere al hijo, la obligación es disciplinarlo desde niño, condenando los paternalismos de la sociedad que le restan autoridad a los padres de la misma forma como se condena tanto abuso físico y verbal contra los menores. Los padres ignoran que los profesores de colegio son chantajeados por sus hijos, que si desaprueban el curso serían acusados de acoso, tocamientos indebidos o hasta violación. ¿Qué versión es creíble, la del profesor o del alumno? Los universitarios fuman marihuana en el campus y si son conminados a dejar de hacerlo, reclaman sus derechos zurrándose en los reglamento. Así es como se quiebran la voluntad y la autoridad de los padres, sometidos al deseo de los hijos por una permisividad extrema de los nuevos tiempos.
Por: Manuel A. Gago Medina
(02 – Feb – 2015)
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