foto Juanse Guevara |
José Oregón Morales.
La gestión municipal 96-98 remodeló La Plaza Constitución. Encabezada por un “hijo genuino” decidió darle una auténtica identidad wanka. Sin embargo la mandó cubrir con porcelanato veneciano y como cumbrera al gran monumento de la Santísima Trinidad entronizó el “Ojo de Horus”, divinidad egipcia, como si ésta tuviera algo que ver con el Tayta Padre que veneramos los huancas.
Las evidencias contables demuestran que la remodelación duró 18 meses aproximadamente a un costo de seis millones de soles, teniendo en cuenta el sueldo mínimo vital de la época. Caro pagó Huancayo por un piso deslizante que generó accidentes graves; no era de alto tránsito por lo que a los escasos cinco años comenzó a romperse. Las gestiones edilicias posteriores sólo se limitaron a parcharla con cemento y ocre de diversas tonalidades, haciendo de nuestra plaza un mosaico de colores como vestuario de Avelino.
Nuestra tierra tiene hijos que la aman, por eso nuestra Plaza no podía seguir quebrada y descolorida. Sus hijos somos el retrato de ella. Nuestra Plaza de la Constitución hoy retoma la identidad de los “Wancayok”, de los que tienen piedra, la piedra sagrada adorada por nuestros ancestros. A futuro no muy lejano debemos rescatar la cosmogonía andina en el obelisco del Tayta Padre.
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