El WEF publicó su importante Reporte Anual de Competitividad Global. A diferencia del año pasado, en que ganamos 6 puestos en el ranking de competitividad global, este año nos mantuvimos en el puesto 61, aunque de 148 países, en lugar de los 144 del año pasado.
Para un país que aspira a superar condiciones aún inaceptables en cuanto a nutrición, educación, salud, servicios básicos e instituciones, es una mala noticia el no mejorar una posición aún mediocre en el Índice de Competitividad Global. Pero la noticia es aún peor si escarbamos un poco. Hemos mantenido el puesto 61 porque empeoramos en nuestras mayores desventajas competitivas y mejoramos en nuestras mayores ventajas competitivas. Caímos 5 puestos en innovación (de 117 a 122), 4 en instituciones (de 105 a 109) y cuatro en salud y educación primaria (de 91 a 95), los tres de doce pilares de competitividad en que peor rankeamos. En contraste, ganamos 5 puestos en desarrollo del mercado financiero (de 45 a 40), 2 en tamaños del mercado (de 45 a 43) y 1 en entorno económico (de 21 a 20), los tres pilares que son nuestras mayores fortalezas competitivas (Ver gráfico).
En resumen, los resultados exitosos de las reformas macroeconómicas que se hicieron siguen mejorando mientras que los desastres que se mantuvieron por la ausencia de reformas siguen empeorando. Es tan obvia la urgencia de más reformas orientadas a lograr un mejor uso de los recursos que parece increíble que haya una resistencia tan amplia a las mismas. Es de esperar la resistencia de las partes minoritarias que se benefician de la actual calamitosa situación, pero sorprende la importante resistencia producto de la falta de información o de la oposición por principio.
Existe amplio espacio para implementar reformas que mejorarían nuestra competitividad, especialmente en aquellos aspectos en los que peor rankeamos. La intervención pública en innovación e investigación tiene que ampliarse y complementarse. Los fondos concursables para que empresas innoven están funcionando muy bien y habría que ampliarles el presupuesto. Se requiere investigación dura y para ello, para empezar, hay que elegir. Entendemos que en El Instituto de la Amazonía, en la Universidad Agraria de la Molina y en la Cayetano Heredia se hace buen trabajo de investigación, mientras que en otras universidades decenas de millones de dólares de canon para la investigación se acumulan en cuentas bancarias. La reforma no puede ser más obvia.
La debilidad en infraestructura (bajamos del puesto 89 al 91) puede ser enfrentada con medidas como las leyes de Asociaciones Público Privadas (APPs) y variantes de las mismas, como las iniciativas privadas y las obras por impuestos han cambiado al punto en que permiten una revolución de la gestión pública. El Estado debe contratar, por concurso, asesores de primer nivel mundial para atraer diseño e inversión privados a Camisea, agua, vías, electricidad, telecomunicaciones y otras inversiones de gran escala. También se deben establecer planes plurianuales de inversión y mantenimiento. Debe atraer a ONGs exitosas, como Fe y Alegría, a administrar colegios en vez de regatearle cientos de plazas. Lo mismo se puede hacer con centros de salud y otros servicios básicos en los que nuestra posición competitiva internacional es lamentable.
Tal como lo indica nuestro ranking en el ICG, preocupa realmente nuestra precariedad institucional, la poca voluntad de reforma del congreso (que absurdamente busca desafiliar del sistema de pensiones a millones de trabajadores independientes para ganar popularidad de corto plazo) y la falta de decisión, y de priorización por parte del gobierno que se distrae con las vacas equivocadas. Reformar sólo requiere que el piloto sepa dónde está y hacia dónde queda el norte, o que empodere a los reformistas que lo saben. Esperamos que esto sea más probable que Perú vaya al Mundial.
Al respecto, Marco Cajas Ríos, presidente de la Cámara de Comercio de Huancayo, manifiesta, “nuestra caía en 5 puestos en innovación (de 117 a 122), 4 en instituciones (de 105 a 109) y cuatro en salud y educación primaria (de 91 a 95), los tres de doce pilares de competitividad en que peor rankeamos. Ello resulta preocupante, dado que no basta haber mejorado en desarrollo del mercado financiero, tamaño del mercado o en el entorno económico, si ello no va de la mano con una política que facilite el desarrollo de la innovación y mejore sus servicios básicos, para impulsar la industrialización del país y contar con mejores recursos humanos para echar andar este proceso”.
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