Durante varias semanas el Ejército abrió sus puertas a secretarias, asesores congresales, deportistas de aventura, todos civiles, quienes sin registro alguno, sin ningún permiso ni autorización oficial, recibieron entrenamiento con armamento de guerra, todo sin razón alguna, solo a pedido de un congresista que paradójicamente preside la Comisión de Defensa y Orden Interno del Congreso de la República: Hugo Carrillo.
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