jueves, 30 de abril de 2015

Vuelo sin rumbo en el Perú


La posibilidad de que el Perú retome las operaciones aéreas para interceptar y derribar las aeronaves del narcotráfico que traspasan nuestra frontera sur oriental como Pedro en su casa, tiene sus críticas.

El exministro del Interior, Fernando Rospigliosi, afirma que como tantas otras iniciativas del gobierno, esta es solo propaganda, y prácticamente imposible que se llegue a realizar.

“La interdicción aérea de los años 90 estuvo a cargo de los Estados Unidos. Había un sistema de aviones radar y varios radares de tierra. Ese despliegue tecnológico era pagado y operado por los norteamericanos. Eran ellos quienes alertaban a la Fuerza Aérea Peruana, que por su parte disponía de aviones Tucano para la interceptación”, señala.

Los norteamericanos también pagaban la gasolina y el mantenimiento de los Tucano, así como los gastos de las bases aéreas empleadas en las operaciones. Era un sistema costosísimo, explica el exministro, que el Perú no puede asumir. Y si lo hiciera, los narcotraficantes volverían a lo de antes, movilizar sus cargamentos de cocaína utilizando las vías marítima y terrestre.

“La interdicción jugó un papel, pero no el principal, en la disminución de cultivos de coca en el Perú. Lo más importante es que los narcotraficantes colombianos empezaron a sembrar su propia coca a fines de los años 80, adaptando coca boliviana y peruana, para no ser dependientes de la ‘materia prima’ nacional”, puntualiza Rospigliosi.

Por su parte, el analista en temas de narcotráfico, Rubén Vargas Céspedes, recuerda que entre 1995 y 1999 hubo una severa crisis en el negocio de la cocaína en el país, con una reducción del espacio cocalero de 110 mil a tan solo 38 mil hectáreas.

“Para algunos analistas y un sector de las Fuerzas Armadas, este repliegue del narcotráfico fue por la interdicción aérea que se implementó en esos años. Esta versión tiene más de mito que de realidad”, indica.

Las operaciones aéreas comenzaron en 1991 y llegaron a su pico más alto en 1995, hasta el 2001, cuando había operaciones esporádicas pues el narcotráfico casi había desaparecido en el segundo quinquenio de la década de 1990.

El monitoreo de coca de Naciones Unidas dice que la caída comenzó en 1995, cuando la interdicción aérea ya había bajado. En realidad, la muerte de Pablo Escobar y el desmantelamiento del cártel de Medellín; más la extradición a EE.UU. de los hermanos Rodríguez, dueños del cártel de Cali, redujeron la demanda de coca desde el Perú.

“La ausencia de compradores hizo que el precio de la coca baje de 2,5 a 0,4 centavos de dólar el kilo, muy por debajo de sus costos de producción. Esto y no los aviones ocasionaron el abandono masivo de los cultivos de coca”, sentencia.

“En el Vraem el gobierno perdió la brújula en lo que a enfrentar al narcotráfico se refiere. Precisamente por ello se comienza a invocar a la interdicción aérea como la panacea que nos podría volver a dar un segundo milagro. Para no ser aguafiestas, pongámonos en el escenario de que se derriben todos los aviones que se atrevieron a cruzar nuestras fronteras. ¿Eso traería como consecuencia la retirada del narcotráfico? No. Recordemos que hasta el 2008 la ruta de la cocaína era la terrestre y la fluvial. Si cortáramos el puente aéreo, ¿qué les impediría volver a sus antiguas rutas?”, señala.

El problema es que no hay un responsable de las 200 toneladas de cocaína que salen anualmente del VRAEM, pese a que allí están y operan con jugosos presupuestos, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, la Policía Antidrogas, el Ministerio de Agricultura y Riego; y el comisionado para la Paz y el Desarrollo, entre otras entidades del Estado.

DATO

La interdicción aérea sirvió para colocar una valla más alta al negocio. La misma utilidad podría tener también ahora, y si formara parte de una estrategia integral podría ser un arma muy potente. Pero por sí sola, igual que la erradicación, no sirve de mucho.

BITÁCORA

Para frenar el flujo de avionetas procedentes de Bolivia, lo mejor sería consolidar un sistema de colaboración entre los países involucrados. Sin embargo, esa estrategia será difícil de ejecutar pues el vecino país padece de altos niveles de corrupción y se ha convertido en el destino actual de la mayor parte de la droga que sale del VRAEM.

Por otro lado, el interés de los Estados Unidos en la lucha contra las drogas procedentes de Sudamérica ha decaído mucho, pues la cocaína peruana no abastece el mercado norteamericano, sino que se va a Europa, América Latina e incluso a países del Asia.
inforegion.com

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