martes, 9 de junio de 2015

Luz verde para las provincias

foto Juan Guevara

Sobre el proyecto de reforma que propone eliminar el voto preferencial.

En las pasadas elecciones para gobernadores regionales y alcaldes, cerca a los centros de votación se instalaron desayunos bien servidos con caldo y presa que se ofrecían para ganar votos de último minuto. Pagar por voto es una realidad y no una ficción. El elector, luego de marcar su cédula de sufragio, le toma foto a su balota para tener la prueba de su elección e inmediatamente, fuera del centro de votación, se dirige a quien ya sabe le pagará si muestra la foto de su cédula marcada. 10 soles a 3,000 metros de altura es una fortuna. Los fondos para tal transacción soterrada vendrían de los gobiernos locales y del narcotráfico.

Mientras prácticas antidemocráticas y fraudulentas determinan quienes ganan, el voto preferencial va perdiendo votos entre quienes quieren darle a la democracia una dinámica diferente a un Perú sin ciudadanía, abandonado en su ignorancia, exigiéndole parámetros que no fueron aleccionados de manera conveniente ni ejemplos cívicos ejemplares. Ya sabemos: Abundan frentes y movimientos provincianos porque no hay vida política partidaria, porque dentro de ellos no hay prácticas democráticas concordantes con la utopía de nuestras imaginaciones, porque las provincias siguen siendo el patio trasero de la gran Lima, atestado de cacharpas nauseabundas e inservibles. Allí están tantas autoridades investigadas por robo, asesinato y asociación para delinquir.

No sabemos si en serio o en broma, el congresista humalista, Johnny Cárdenas, ha declarado que no tiene orden de Nadine para postular otra vez al Congreso. Sospecho que lo dice en serio, como también sospecho que otras militancias provincianas esperan la venia de sus cúpulas capitalinas. “La orden” sigue siendo ese odioso imperativo avasallando libertades, en un país con democracia de baja intensidad, creyendo que el hombre y sus actividades se desenvolverán mejor bajo normas, leyes y ordenanzas y no por voluntad propia, por devoción transmitida desde la leche materna alimentando orden, disciplina y otros valores.

La ausencia del Estado e instituciones deja todo a merced de la improvisación, mediocridad y pendejada. Un letrero anunciando “Comité” partidario no garantiza actividad política alguna. Los partidos son parte de la informalidad nacional. Cualquier ley bien elaborada será insuficiente para transformar su precariedad porque el ingenio local siempre está un paso adelante para hacer trampas y burlarse de la ley.

Una elección sin más reglas que el sentir popular – a completa libertad – podría demostrarnos ausentismo además del deseo desesperado de un montón de cualquieras atropellando a nobles y sensatos. ¿Listas cerradas de candidatos al Congreso llegarán a un “pleno partidario” previamente notificado y tamizado para salvar la calidad de los representantes? Si las bases eligieran libremente, ¿el Congreso se llenaría de otros iguales o peores que Goyo, Pepe Julio, Álvarez, Mollohuanca, Aduviri, Meléndez…?

En política el mejor vecino es ficción, es un emprendedor ocupado en sus propios intereses, capaz de sostener una campaña electoral pero débil defendiendo ideas y principios. El mejor candidato es dueño de una pollería o alborotador empedernido. Eliminar el voto preferencial sería quitarle al poblador su última posibilidad de elegir a quien quiera, equivocado o no, pero haciendo uso del pilar más importante de la democracia: La libertad. Voto preferencial: Último bastión de la libertad en medio de tantas mañas y desorden.

La representación es un albur en cada elección, dándole paso al grito de las minorías callejeras coaccionando a los elegidos por la mayoría.



Por: Manuel A. Gago Medina

08 – Jun – 2015

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