lunes, 12 de junio de 2017

Policías Asháninkas combaten el narcotráfico en el Vraem.

foto Mauricio Malca

El 14 de abril del 2016, Asháninkas pertenecientes al comité de autodefensa de la comunidad de Yoyato, situada en Satipo, región Junín, reaccionaron ante la tentativa senderista de secuestrar a niños. Esa tarde, un comando policial que salió en apoyo desde la base de Mazamari libró una batalla contra una columna terrorista.

“Lo que se vivió allí solo es comparable con las escenas de las películas sobre Vietnam, como Pelotón o Prisioneros de guerra”, afirma uno de los efectivos que participaron en este enfrentamiento.

Ese sector defendido por los nativos Asháninkas era zona de reserva. “Las ráfagas se sucedían tratando de hacer blanco en nosotros”, recuerda el suboficial técnico de tercera PNP Joel Cheresente Shimate y trae a la memoria a su comunidad nativa, Cubantía, situada en San Martín de Pangoa, una de las más golpeadas por la subversión.

Desde la niñez, Joel se ganó la fama de 'ángel protector'. Hoy tiene 13 años al servicio de la PNP y es uno de los más de 60 policías asháninkas preparados en la base policial de Mazamari, una unidad élite en operaciones tácticas en selva, conocida como 'Los Sinchis'.
Una herida profunda

Varios adjetivos han acompañado a su nombre: callado, explosivo, voluntarioso, audaz, cariñoso. Él tenía 9 años cuando las comunidades nativas asháninkas, ubicadas en la provincia de Satipo, fueron víctimas de una feroz masacre a manos de las columnas terroristas de Sendero Luminoso, quienes al no poder adoctrinarlos con su ideología, decidieron exterminarlos.

“En su informe, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) calculó que las víctimas mortales ascendieron a cerca de seis mil; cinco mil nativos quedaron cautivos por los senderistas, mientras que otros diez mil fueron desplazados de sus tierras”, indica Cheresente. Al recordarlo, unas lágrimas surcan su rostro trigueño.

A sus 37 años es hoy un policía “profesional y responsable”. Más allá de los halagos, sus instructores aseguran que es un agente con seguros instintos e impulsos. Tiene un buen carácter y domina los dialectos asháninka y nomatsiguenga.
Sesenta policías

Dice que ingresó a la escuela con otros seis nativos. Durante tres años recibieron capacitación técnica en lucha contra el terrorismo y tráfico ilícito de drogas. Inés Pichuca Quinchoker, la primera jefa de la comunidad asháninka y nomatsiguenga Teoría, tiene cinco hijos que son policías.

“En el 2004 la DEA convocó a jóvenes de nuestras comunidades para prepararnos en la escuela y facilitar el trabajo de la policía”, señala. Desde entonces han egresado más de 60 efectivos, muchos prestan servicios en la Dirección Contra el Terrorismo y en la Dirección Antidrogas.

Convencidos de que su sacrificio va a servir para aliviar la situación de conflicto en el Vraem, los jóvenes asháninkas, una de las etnias selváticas más representativas del Perú, han dejado a sus padres, hermanos y amigos ahogándose en lágrimas.

Ellos han sido preparados como una fuerza selecta de operaciones tácticas en la Selva, conocida por incursiones en tierra, ríos y sobrevolar la selva espesa del Vraem en mitad de la noche, en busca de pistas de aterrizajes y laboratorios clandestinos de cocaína operados de la mano por remanentes narcoterroristas.
Golpe al narcotráfico

El diario La República dialogó con el coronel Jonel Castillo Mendieta, jefe de la 48° Comandancia PNP, conocida como Los Sinchis. Asegura que entre el 2014 y el 2016 los agentes de esta unidad han confiscado más de 7 toneladas de pasta básica de cocaína, 2.5 toneladas de clorhidrato, así como 275 mil kilos de insumos químicos.

Se han destruido 275 pistas de aterrizaje clandestinas y se han confiscado 22 avionetas, todas ellas de matrícula boliviana que llegaron al Vraem para transportar droga al país altiplánico.

Este año, dice el coronel Castillo, ya se ha incautado una tonelada y media de cocaína. “Hace unos días incautamos 720 kilos de estupefaciente y se detuvo a 9 narcotraficantes”, recordó.

“Los narcotraficantes cambian de estrategia constantemente. Una de las rutas que hemos descubierto es que salen del Vraem hacia Puerto Remolino y luego llegan hasta Atalaya. Desde este lugar salen hacia Bolivia”, indicó.

Explicó que desde el 2014 se ha cortado el puente aéreo al narcotráfico. “También sacan droga de Puerto Ocopa hacia Puerto Prado vía a Atalaya.

Hay otras rutas de 'mochileros' que prácticamente son inaccesibles para las fuerzas del oden pero ya estamos empleando nuevas estrategias”, aseguró el oficial a este diario.
"Son solo delincuentes"

El alto oficial consideró también que los remanentes del terrorismo han ido perdiendo terreno en el país, gracias a las capturas de sus principales líderes.

“Ya no podemos hablar de un Sendero Luminoso de los años ochenta o noventa. Ahora son solo delincuentes que también se dedican al tráfico ilícito de drogas, pero estamos en un proceso de consolidación contra este flagelo y no hay que bajar la guardia”, comentó, decidido.

La guerra interna, sin embargo, ha dejado secuelas en las comunidades nativas. Apenas nos acercamos a la comunidad nativa Teoría, los niños huyen despavoridos.

Entonces comprendemos que su actitud responde a una secuela psicológica, abierta como una herida profunda. Los adultos recuerdan que los senderistas los obligaron a huir. A refugiarse de las balas y la insania.
En cifras

- 9.5 toneladas de cocaína confiscaron los Sinchis entre el 2014 y el 2016 en el Vraem.

- 275 pistas de aterrizajes clandestinas han sido destruidas en el mismo periodo.
Los Sinchis son preparados en acciones anfibias, terrestres y aéreas en zonas de selva
“Las circunstancias nos obligan a responder a la necesidad de tener una fuerza policial bien preparada en acciones como paracaidismo de combate, inteligencia, rescate, tácticas anfibias, técnicas antiterroristas y derechos humanos”, dice el coronel Jonel Castillo.

Hoy en día, el entrenamiento se enfoca en el patrullaje a pie, las operaciones nocturnas, el manejo de trauma médico, puntería designada, el combate en espacios reducidos, las misiones aeromóviles, las operaciones de dispositivos antiexplosivos improvisados y la captura de objetivos de alto valor, todas las habilidades que son puestas a prueba durante las misiones de interdicción.

El curso básico de comando en la Base Policial de Mazamari tiene una duración de casi 3 meses y las actividades de un día típico pueden incluir la conducción de asaltos para capturar objetivos de alto valor o destruir o tomar laboratorios de procesamiento, almacenes de narcóticos y reservas de sustancias químicas precursoras. Para alcanzar estos lugares remotos se requieren operaciones cuidadosamente planeadas, para lo cual cada miembro de la unidad lleva consigo una carga pesada de armas y herramientas durante varios kilómetros a través del agua y bajo el calor extremo de la selva central.

Oscar Chumpitaz

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