domingo, 31 de julio de 2011

El preocupante futuro alimentario del planeta



Cada vez que visitamos los mercados de barrio o los gigantescos almacenes o centros comerciales, nos encontramos con frecuentes ofertas de nuevas marcas para varios productos alimenticios.

En determinadas épocas hay tal abundancia y variedad en la oferta de alimentos que se tiene la impresión de que esos productos nunca van a faltar de la mesa familiar.
Es que en la gran ciudad casi no percibimos las necesidades de alimentación y abrigo que sufren grandes sectores de nuestra población atrapados por la pobreza.
Mientras hay quienes tienen hasta para tirar a la basura productos ya caducados, existen lugares donde las personas, especialmente los nilños, no tienen al menos un pan que llevar a la boca.
En el mundo, los desbalances alimenticios son mucho más graves, pues existen países muy pobres y atrasados, como Somalia, en África, que sufren hambruna generalizada con un tasa horrorosa de mortalidad por hambre.
Es posible pensar acertadamente que la tierra, el agricultor y el aparato industrial alimenticio producen suficiente para saciar las necesidades de la población mundial, pero la comunidad de naciones no puede establecer acuerdos para hacer un balance que beneficie sobre todo a los que menos alimentos tienen.
Pero el reto de solucionar los problemas alimenticios que enfrenta hoy el mundo es mayor si pensamos en el futuro. Desde que urge encontrar soluciones para cuando los combustibles derivados de fósiles se terminen, emergen cuestiones bastante polémicas sobre las posibles soluciones.
Algunos productos, como el maíz, la caña y las plantas oleaginosas (aceitosas con propiedades energéticas), son prometedores insumos para producir energía, pero se necesita ingentes cantidades de cosechas, lo que pondría en aprietos el abastecimiento mundial de estos y sus derivados con fines nutritivos.
Es muy previsible que en un futuro ya no tan lejano sea más rentable para el agricultor orientar sus ventas hacia el negocio de biocombustibles
Y no solo eso, es ya una realidad la demanda de grandes extensiones de tierra agrícola para la siembra, por efectos de la deforestación. Por otro lado, el desplazamiento de poblaciones nativas y el crecimiento desmesurado de las ciudades modifican peligrosamente el hábitat natural de especies animales y plantas.
En el Perú, es importante que nuestro Estado prevenga el futuro alimenticio y energético. Se deben adelantar medidas que reglamenten el uso de tierras destinadas tanto a proveer al sector energético como al alimenticio con el equilibrio respectivo.
En determinadas épocas hay tal abundancia y variedad en la oferta de alimentos que se tiene la impresión de que esos productos nunca van a faltar de la mesa familiar.
Es que en la gran ciudad casi no percibimos las necesidades de alimentación y abrigo que sufren grandes sectores de nuestra población atrapados por la pobreza.
Mientras hay quienes tienen hasta para tirar a la basura productos ya caducados, existen lugares donde las personas, especialmente los nilños, no tienen al menos un pan que llevar a la boca.
En el mundo, los desbalances alimenticios son mucho más graves, pues existen países muy pobres y atrasados, como Somalia, en África, que sufren hambruna generalizada con un tasa horrorosa de mortalidad por hambre.
Es posible pensar acertadamente que la tierra, el agricultor y el aparato industrial alimenticio producen suficiente para saciar las necesidades de la población mundial, pero la comunidad de naciones no puede establecer acuerdos para hacer un balance que beneficie sobre todo a los que menos alimentos tienen.
Pero el reto de solucionar los problemas alimenticios que enfrenta hoy el mundo es mayor si pensamos en el futuro. Desde que urge encontrar soluciones para cuando los combustibles derivados de fósiles se terminen, emergen cuestiones bastante polémicas sobre las posibles soluciones.
Algunos productos, como el maíz, la caña y las plantas oleaginosas (aceitosas con propiedades energéticas), son prometedores insumos para producir energía, pero se necesita ingentes cantidades de cosechas, lo que pondría en aprietos el abastecimiento mundial de estos y sus derivados con fines nutritivos.
Es muy previsible que en un futuro ya no tan lejano sea más rentable para el agricultor orientar sus ventas hacia el negocio de biocombustibles
Y no solo eso, es ya una realidad la demanda de grandes extensiones de tierra agrícola para la siembra, por efectos de la deforestación. Por otro lado, el desplazamiento de poblaciones nativas y el crecimiento desmesurado de las ciudades modifican peligrosamente el hábitat natural de especies animales y plantas.
En el Perú, es importante que nuestro Estado prevenga el futuro alimenticio y energético. Se deben adelantar medidas que reglamenten el uso de tierras destinadas tanto a proveer al sector energético como al alimenticio con el equilibrio respectivo.

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