sábado, 24 de diciembre de 2011

Conoce la historia de la foto de los US$2.000

Un fotógrafo holandés hizo un retrato de una vendedora con su hijo. Dijo que le pagaría un porcentaje de lo que cobrara si llegaba a venderla.

(Foto: Robin Utrecht- World Portraits)

San Juan de Lurigancho es el distrito más poblado de Sudamérica. El censo del 2007 registró una población de casi 900 mil personas y hoy se calcula que pasa el millón. Tiene zonas ya urbanizadas, con sus calles trazadas, pistas asfaltadas, servicios de agua y luz (sobre todo alrededor de Los Próceres, la avenida principal) pero a los cerros más lejanos siguen llegando migrantes del interior, que vienen a la capital en busca de un futuro mejor.
No tienen casa, así que se acomodan en estos cerros como pueden y poco a poco van haciéndose ellos mismos sus propias casas. Con cartones, maderas, techos de calamina. Se organizan para hacer rondas de seguridad, comedores comunes, buscar trabajo… sobrevivir en la ciudad. Estos “agrupamientos familiares” son los barrios más pobres entre los pobres. En uno de ellos, llamado Los Nogales, vive Mariela Valera Huanca.
¿Quién es Mariela? Nació en Pallasca, Áncash, en 1981. Buscando mejores oportunidades, hace 12 años llegó a Lima con su hermano Gilmer. Se instalaron en uno de los cerros de San Juan de Lurigancho. Mariela conoció a Juan Chura, sastre de oficio, y tiene 2 hijos con él: Lady, que ahora tiene 11 años, y Roy, de 6.
Para ganar algo de dinero, Mariela iba al Centro de Lima a vender pasteles de choclo como ambulante. Llevaba con ella a Lady y Roy porque no tenía con quién dejarlos. A Roy lo cargaba a la espalda, en una manta multicolor. Eso hizo que su historia (la de miles de migrantes en Lima) sea especial: el fotógrafo holandés Robin Utrecht le tomó una foto hace tres años, le prometió pagarle un porcentaje si vendía esa foto en Europa, y ahora cumple su palabra.
EN BUSCA DE MARIELA
Pero había un problema. Robin le tomó la foto a Mariela hace tres años y para ubicarla, desde Ámsterdam, solo tenía su nombre completo. Entonces se contactó con
Publimetro Holanda (había visto que el diario también salía en el Perú) y nos dio el encargo de encontrarla.
En los registros del Reniec, felizmente, solo figuraba una Mariela Valera Huanca. Y vivía en San Juan de Lurigancho. Su dirección estaba registrada en el agrupamiento familiar Los Nogales. En los registros del RUC había otro Valera Huanca, Gilmer, con dirección en un asentamiento humano de San Juan de Lurigancho: Nueva Jerusalén. Presumimos que podía ser su hermano.
Llegar hasta esa zona periférica de Lima, desde las oficinas de Publimetro en Miraflores, puede tomar más de hora y media en taxi en un domingo sin tránsito. Preguntamos a los policías y serenos del distrito por Los Nogales y buscaron en sus planos, pero no tenían registrado ese agrupamiento familiar. En San Juan de Lurigancho, ya está dicho, viven más de un millón de personas y los cerros más lejanos se siguen poblando desordenadamente de nuevos migrantes. Por allí debía andar Los Nogales, pero ni los mototaxistas, ni los vecinos, ni los serenos, sabían dónde quedaba.
Después de mucho preguntar, un mototaxista dijo conocer Nueva Jerusalén. “Está arriba, muy lejos”. En realidad, no tanto, fueron 15 minutos, pero quería cobrar más para llevarnos. Subió por un cerro sin pista, entre casas precarias, hasta que no pudo avanzar más. “Tienen que seguir subiendo a pie”, nos dijo.
Después de caminar un trecho preguntamos en una bodega por Gilmer Valera. El dueño no conocía a nadie con ese nombre, pero una señora que estaba comprando verduras nos miró con sorpresa: “Yo soy su tía”, nos dijo. “Vivimos juntos, ¿para qué lo buscan?”.
La explicación fue breve. En realidad buscábamos a Mariela, le mostramos la foto y reconoció a su sobrino nieto, Roy, “pero ya está más grande”. Sí, Mariela era la hermana de Gilmer, pero vivía en otro cerro. “La puedo llamar por teléfono”, nos dijo la tía Yesenia. ¡Excelente! Cada vez más cerca después de días de búsqueda, Mariela usaba un celular registrado a nombre de su esposo.
La tía Yesenia entendió que se trataba de algo importante. Dejó las verduras (el almuerzo podía esperar) y nos acompañó hasta la casa de Mariela, solos no íbamos a llegar nunca. A bajar a pie de nuevo, subir al auto, unos 15 minutos más hasta llegar al pie de otro cerro (una decena de casas de madera con un letrero que dice Los Nogales). Mariela nos vio desde lo alto cuando salimos del auto. Bajó corriendo con su hijo Roy. Confirmamos que era ella, reconoció de inmediato la foto que le tomó Robin hace tres años. Le dimos la buena noticia: iba a recibir 2 mil dólares. Sonrió nerviosa, feliz. “Muchísimas gracias”, fue lo primero que dijo. Se notaba que no lo podía creer.
publimetro.com.pe

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