viernes, 6 de abril de 2012

5 de abril


La historia se lee diferente veinte años después. Como cualquier otro evento los apasionamientos del momento se enfrían y podemos entonces recapitular y tener una idea clara no tanto de lo que sucedió sino más bien de las consecuencias de aquella decisión que colocó a más de un ochenta por ciento de la población del lado del presidente Fujimori en 1992. Se ha dicho y escrito mucho sobre un tema que se hace vital para quienes se nutren de las contiendas mintiendo descaradamente.

Se dice por ejemplo que todo lo actuado después del autogolpe del 5 de Abril de 1992 hubiera sido posible dentro del orden constitucional, en democracia, bajo el amparo del estado de derecho. Si pues, un estado de derecho que ató de manos al presidente de la república impidiéndole enfrentar a los terroristas de Sendero Luminoso y del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), los desastres económicos y sobre todo la moral deprimida de los peruanos que huían del país buscando mejores perspectivas. Es fácil especular y torcer la verdad. La cantaleta diaria esa de la dictadura se la creyeron no todos los peruanos.

Se le pide a los fujimoristas hacer una mea culpa como si hubiera sido un delito encarar el tema con valentía, arriesgando el pellejo sin calcular las consecuencias de la fama y la vanagloria que la política tradicional otorga a quienes dejaron pasar tanta violencia y tanta corrupción que nos alejó del mundo. Fuimos inelegibles, es decir una especie de parias en los círculos económicos internacionales y en consecuencia nadie pondría un centavo para revivir nuestra alicaída economía que carcomía las bases del sistema democrático y sus instituciones. Ya estamos creciditos para que nos digan que la corrupción se inició en los noventa, que los partidos políticos dejaron de tener credibilidad por la prensa chicha con sus titulares de escándalo y que desde entonces la institucionalidad peruana se caía a pedazos. Que yo recuerde antes de los noventa no existían Indecopi, Defensoría del Pueblo, Tribunal Constitucional y otras instituciones que le dan fortaleza al ciudadano común frente al estado por lo general abusivo e indiferente con los problemas de los menos protegidos.
 
A César lo que es del César. El crecimiento económico de hoy es consecuencia de las bases políticas ejecutadas después de ese 5 de abril. Hay que arriesgar el pellejo por lo que se cree y por lo que se siente y decirlo sin temores. No tenemos nada que perder. Al contrario ganaremos la memoria de esas agradecidas víctimas del terrorismos, de quienes dejaron a sus padres por irse fuera del país y de los que nunca tuvieron ni agua, ni corriente eléctrica, ni teléfono ni una posta médica en pueblitos que no figuran en los mapas de esos políticos que aún creen que el Perú es Lima y bajan a las bases por los votos sólo cuando hay elecciones.

Manuel A. Gago                                              

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