La primera dinámica, de colocación, se refiere al proceso de incorporación y colocación de candidatos al congreso en los principales partidos políticos, en especial en aquellos que tienen posibilidades de ganar las elecciones o que pueden tener una importante representación congresal. Esa dinámica es predominante. Pasan de un partido a otro, hasta del plazo final, como una mercancía. Obviamente, no se presentan como lavadores de activos o traficantes. No. Se presentan como empresarios exitosos.
La segunda dinámica, la de reubicación, es el proceso de migración de un partido a otro. Abandonan un partido-caudillo por otro partido caudillo en base a la racionalidad costo-beneficio, es decir, salen de un partido-caudillo porque ya no tiene posibilidades reales de ganar el gobierno o tener una bancada congresal importante. Y migran a otro partido-caudillo que tiene posibilidades de ganar la presidencia nacional o tener una bancada muy importante.
Estas dos dinámicas no se aplican para los narcocandidatos a la presidencia de la república: sus partidos son espacios -con excepciones, pues quieren sino ganar, obtener una posición expectante en las elecciones- naturales de los narcotraficantes-empresarios. No está descartado, a última hora, que estos hagan alianzas y desaparezcan los narcocandidatos presidenciales. O, que no obtenga su inscripción. En este último caso, funcionara la reubicación.
Lo cierto es que el narcotráfico está apostando a tener una mayor presencia en el congreso de la república y, si puede, en el gobierno nacional. Sin duda alguna, que en las próximas elecciones los narcotraficantes-empresarios apuntan (aunque no creo que lo logren) a gobernar el Perú. Eso que quede bien claro. Ya no quieren políticos prestados/alquilados o que hacen alianza con ellos. Ahora, ellos mismos quieren el gobierno. Ese es el proceso de "colombianización" del narcotráfico que arranco el 2006.
Análogamente, el narcotráfico buscara tener mayor presencia en el congreso de la república, el primer poder del Estado. Ya no serán 14 ni -como otros señalan- 17 congresistas con presuntos vínculos con el lavado de activos o el tráfico ilícito de drogas. No. Serán mucho más. Se están perfilando, de acuerdo a una investigación en curso, narcocandidatos al congreso en 16 regiones del país, en las mismas regiones donde hubo narcocandidatos a las alcaldías distritales, provinciales y gobiernos regionales en octubre del 2014.
En suma, esta vez habrá realmente una avalancha de narcocandidatos al congreso. Para el narcotráfico es una necesidad. Necesitan de protección política para blindarse y blanquearse y, simultáneamente, proteger sus negocios. El telón de fondo, obviamente, será evitar -como viene ocurriendo- que se les combata y que no se afecte lo que permite su negocio: coca, insumos químicos y dinero. Más claro aún: que no haya una estrategia orgánica e integral de lucha contra el narcotráfico desde el Estado.
Para eso no va a escatimar en gastos. El narcopopulismo electoral (regalos, dinero, comida, etc.) lo veremos, nuevamente, en primera persona en dimensiones nunca antes visto. Y, seguramente, como ha ocurrido en las elecciones generales pasadas, no se investigara el origen del dinero. Los organismos electorales (JNE y ONPE) no verán el lavado de activos en la campaña electoral. Ni nadie investigara. A las justas, habrá observaciones y, en el peor de los casos, multitas.
El narcotráfico, como hace varias décadas, está en la campaña electoral. Y, esta vez, buscara una mayor representación en el congreso de la república y tentara –sino hay cambios- la presidencia del país.
Jaime Antezana Rivera.
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