foto Juanse Guevara. |
La solución: reforestar las riberas de los ríos y quebradas
Así como fue política de estado poblar la selva central para producir aguardiente y coca, para luego distribuirlos en las zonas mineras, también lo fue, entre 1918 y 1919, reforestar Huancayo, Tarma y Jauja. La idea de plantar eucaliptos —importados de Australia, según el historiador Waldemar Espinoza— no respondía a un plan medioambiental, sino al interés en la madera, para utilizarla como puntales, soleras, cuñas y durmientes para las galerías, cruceros, piques, campamentos y carreteras mineras y ferrocarriles que operaban en la sierra central.
De huaicos se habla desde tiempos inmemorables, y son parte de la vida en la sierra y selva. Aparecen por la crecida de los ríos y desborde de los lagos, ocasionados por las lluvias torrenciales que acompañan a los inviernos cada año. Por eso, extrañan las declaraciones de Rudecindo Vega, presidente de Sedapal, quien dice que “los huaicos no avisan”. Hay que avisarle a ese funcionario que la prevención es la mejor política, que lo que se haga hoy detendrá los daños de mañana.
Para reducir la velocidad de esos desbordes y crecidas se debe reforestar las riberas de los ríos, quebradas y cuencas altas para evitar las avalanchas catastróficas. Las plantas y los árboles son los muros naturales. Si no hay resistencia natural, muros, geomallas ni cualquier otro instrumento instalado por la mano previsora del hombre, no se detendrán los estragos de la naturaleza. Se habla de huaicos y no se habla reforestación para detener los efectos devastadores de las lluvias, para sacar de la pobreza a los campesinos y para producir madera a gran escala. Los andenes del Perú antiguo no eran otra cosa que reservorios de agua instalados en las alturas para detener las crecidas y desbordes incontrolables. Agua que puede ser usada por el hombre y por los animales, para la agricultura y minería.
Según César Paredes, experto en asuntos agrícolas, las cabeceras de cuenca — a más de 4,000 m.s.n.m.— deberían estar colmadas de colles y quinuales. El gobierno central y los gobiernos nacionales deberían tener planes consistentes de reforestación en todo lugar donde exista el peligro de deslizamientos. La reforestación —dice Paredes— sacará de la pobreza a los campesinos, pues podrán cultivar plantas maderables para obtener de ellas un beneficio industrial. Dice que el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA) y cualquier otra organización podrían donar plantones de pinos, alisos, eucaliptos, molles, frutales, retamas y plantas ornamentales a los pobladores de la sierra para que las cultiven.
Por ejemplo, dice Paredes que por planta entregada que prenda se le daría US$ 2.00. Quien cultive mil plantas maderables puede ganar US$ 2,000 sin intermediarios, sin oportunidad para la corrupción y animando las ganas de trabajar que los programas sociales liquidan. Lo que se regala no tiene el valor que se merece. Según la FAO, en la sierra existen cuatro millones de hectáreas por reforestar. ¿Sabrá eso PPK? Según Paredes, el colmo es Marcapomacocha, “donde el agua abunda y no existen bosques que mejoren el ecosistema”.
La prevención debería estar en la mentalidad nacional. Todo se hace para el día y para las lamentaciones, para evadir responsabilidades y para no hacerse cargo de la dejadez. “Pagan bien”, es todo lo que dice un funcionario de Junín recomendando los puestos de trabajo del Ministerio del Ambiente. Eso importa: que “paguen bien”, y no las posibilidades de frenar los efectos nocivos de los fenómenos naturales.
Se seguirá hablando de huaicos por la negligencia de las autoridades y por el desgano en el ejercicio del cargo público. PPK seguirá hablando de OCDE, CADE, primer mundo, Dakar y Panamericanos, mientras Lima se queda sin agua potable y seis millones de peruanos nunca la han tenido ni la tendrán.
Por Manuel Gago
No hay comentarios.:
Publicar un comentario