foto Dante Piaggio |
RAÚL MAYO
De la mina Santa Bárbara se extrajo azogue por más de cuatro siglos desde la época española. Esta mina, ubicada a 15 kilómetros de la ciudad de Huancavelica, permanece abandonada con sus misterios esperando ser develados. Pero sus riquezas, olvidadas por muchos años, pronto saldrán a la luz porque el Gobierno Regional de Huancavelica se ha propuesto llevar adelante un proyecto de puesta en valor de este enigmático socavón.
En la época de máximo esplendor, se construyeron alrededor de la mina tres iglesias, numerosas calles y hasta una plaza de toros. Según las historias que se han transmitido a través del tiempo, se construyó esta ciudadela para que los trabajadores no tuvieran pretextos para salir del lugar. A esta valiosa mina se la conoció también como la mina de la muerte, porque el que ingresaba a trabajar moría dentro. La tradición señala que la ciudadela tenía incluso su cementerio.
Santa Bárbara fue descubierta por los antiguos peruanos: fue un nativo llamado Ñahuincopa quien, en el año 1563, les mostró el yacimiento a los conquistadores. Uno de ellos, el encomendero de Huamanga Amador Cabrera, se hizo propietario del terreno pero la corona española se la arrebató debido a las grandes ganancias que proporcionaba. Santa Bárbara fue considerada como una de las minas más preciadas de la corona española, al igual que las minas de plata de Potosí (Bolivia).
EL SOCAVÓN BUSCA TURISTAS
Cientos de años después, una gran puerta de hierro fundido resguarda el ingreso principal. En la parte superior del grueso pórtico se aprecia el escudo del rey Carlos III y la figura de San Cristóbal en alto relieve. Para evitar que fuera robada se instalaron gruesas rejas que impiden incluso observar con facilidad el ingreso a esta antigua mina.
Ahora solo un guardián permanece alerta para que nadie intente franquear la entrada e ingrese, pues los gases que provienen del interior de la tierra, y que se han acumulado con el tiempo, pueden ser fatales para cualquier curioso que intente una aventura.Cientos de años después, una gran puerta de hierro fundido resguarda el ingreso principal. En la parte superior del grueso pórtico se aprecia el escudo del rey Carlos III y la figura de San Cristóbal en alto relieve. Para evitar que fuera robada se instalaron gruesas rejas que impiden incluso observar con facilidad el ingreso a esta antigua mina.
Pero la Dirección Regional de Cultura de Huancavelica, ahora decidida a desentrañar el misterio, señala que hay una ciudad subterránea en su interior. Se dice que en una de las calles, llamada Jáuregui, se realizaban corridas de toros y en cinco capillas, con sus respectivos altares, se celebraba la misa para los empleados y operarios. Uno de sus socavones, el denominado Belén, se comenzó a construir en 1601 y se terminó 40 años después, con una extensión de 508 metros.
Los especialistas del gobierno regional señalan que de sus socavones se extrajeron más de un millón y medio de frascos de mercurio, es decir, unas 52 mil toneladas durante sus 450 años de actividad. La mina fue cerrada en 1975 porque ya no era rentable.
Esta ciudadela fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación el 18 de diciembre del 2008. Ahora el reto de las autoridades regionales y de la Municipalidad Provincial de Huancavelica es inscribirla en el registro de patrimonios de la humanidad de la Unesco. Visse Centeno, director regional de Comercio Exterior y Turismo de Huancavelica, manifestó que se trata de terminar el expediente lo más pronto posible. Además se ha diseñado un proyecto de puesta en valor por un monto de más de 7 millones de soles, a fin de convertirla en un centro turístico que sería único en toda Sudamérica.
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