Por: Paul Maquet
La semana que pasó se desarrolló la 31 Convención Minera en la ciudad de Arequipa. Durante su participación en esta importante reunión, el presidente del Consejo de Ministros, Juan Jiménez, señaló que el Perú es un país minero y que esta es la actividad central de la economía peruana.
Este es el tipo de razonamiento que ya es tiempo de poner en cuestión. Sin desconocer que las actividades extractivas son, hoy por hoy, una importante fuente de divisas en nuestro país, para construir un futuro sostenible económica, ambiental y socialmente es necesario diversificar nuestra estructura productiva, dándole un importante impulso a otros rubros tales como la agricultura, el turismo y el ecoturismo, la industria y el desarrollo de la ciencia y la tecnología.
La propia editorial de “Portafolio” -el suplemento económico de El Comercio- cuestionaba este domingo nuestro modelo de desarrollo que consiste en “vender cerros en barco”. Y es que la anunciada crisis económica relacionada con la reducción del precio de las materias primas, que tanta alarma ha causado en el sector empresarial y entre los políticos, debería hacernos ver que no podemos depender de la exportación de minerales, una actividad inestable a mediano plazo. Además, la degradación ambiental -más aún en un contexto de cambio climático que pone en riesgo nuestras delicadas fuentes de agua- nos debería obligar a planificar el futuro de nuestro país considerando la necesidad de una transición hacia nuevos modelos de desarrollo o convivencia que permitan una mayor armonía entre la economía, la naturaleza y los seres humanos.
Para ello es necesario romper el mito de la centralidad de la actividad minera en nuestra economía. Este rubro da trabajo a menos del 2% de la Población Económicamente Activa (PEA); comparación, el 23% de los peruanos trabaja en agricultura, el 16% en comercio, y casi el 10% en manufacturas. Tampoco es una fuente de recursos tributarios mucho más importante que otras: en promedio, la minería aporta tantos impuestos como la manufactura y el comercio, pues cada una de estas actividades genera en torno a un 15% de los ingresos tributarios del Estado. Y no vemos a ningún ministro decir que el Perú es un “país manufacturero”. Por supuesto que no podemos negar que la minería es el principal rubro de nuestras exportaciones, y en ese sentido es la principal fuente de divisas en el Perú. Pero eso es precisamente lo que necesitamos cuestionar: no podemos depender de esa manera de una actividad tan inestable, con tantos impactos ambientales y tan pocos impactos directos en la economía local. Diversificar nuestro modelo productivo es la única manera de construir un futuro sostenible.
En este marco, una importante diversidad de organizaciones, instituciones y redes de la sociedad civil organizan la semana “Perú: ¿futuro sostenible?”: Diálogos sobre inversión, ambiente y transiciones”. Las actividades inician este martes 24 de setiembre en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya, con una serie de talleres y foros públicos que abordarán distintos ángulos de la problemática social y ambiental relacionada con la inversión extractiva: desde la minería ilegal hasta la megaminería en cabeceras de cuenca, desde la matriz energética hasta las diversas amenazas generadas por las inversiones en la Amazonía, incluyendo los retos para el desarrollo de la agricultura, la industria y la diversificación productiva. Esta semana tendrá un fuerte énfasis en la generación de propuestas y búsqueda de alternativas.
Será esta una importante oportunidad para debatir las alternativas al modelo de desarrollo de nuestro país, más allá de los mitos del crecimiento basado en las actividades extractivas. El Perú NO es un país minero: es un país MEGADIVERSO, y un futuro sostenible dependerá de nuestra capacidad de generar diversas alternativas basadas en las igualmente diversas oportunidades que nos brindan nuestra maravillosa naturaleza, nuestra maravillosa historia y nuestra extraordinaria creatividad e inventiva.
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