lunes, 29 de mayo de 2017

El colegio de ingenieros contra Doe Run



Rechaza el nuevo índice de dióxido de azufre

Javier Pulgar Vidal fundó, en 1959, lo que ahora es la Universidad Nacional del Centro. Filósofo, geógrafo y hombre de letras y derecho, era sumamente talentoso y sabio. Por él, se esperaba que la universidad pueda formar profesionales altamente capacitados y competentes para mejorar las actividades económicas y sociales de la región central del país. Se esperaba que esos profesionales fueran líderes intelectuales en el sector público y privado, baluartes del conocimiento, guías y palabra final de toda confusión y de toda duda. Quienes impulsaron la universidad fueron comuneros, campesinos pobres y sin letras, pero convencidos de que sin educación el hombre se reduce a un organismo sin aspiraciones, enajenado por la ignorancia, sin capacidad para razonar y entender mejor las cosas de la vida. Campesinos seguros de que la educación trae felicidad y abundancia.

Por eso, llama enormemente la atención el “pronunciamiento” del Colegio de Ingenieros del Perú, Consejo Departamental de Junín, manifestando su rechazo al nuevo índice de dióxido de azufre (SO2) presentado por el ministerio del ambiente. El colegiado se pregunta: ¿Cuál es el interés de elevar desmedidamente el SO2? ¿Esta norma tendrá nombre propio, para apoyar a los compradores del complejo metalúrgico de La Oroya?

En la Universidad Continental, también de Huancayo, Marcos Alegre Chang, viceministro de Gestión Ambiental, ratifica que los nuevos Estándares de Calidad Ambiental (ECA) “aseguran que los ecosistemas funcionen, eliminando los riesgos para la salud de las personas y el ambiente”. Como se sabe, de los diez componen que forman los ECA, el dióxido de azufre propuesto es de 250 microgramos/m3. “Ningún país del mundo tiene un índice de 20 microgramos/m3”, sostiene el viceministro. Los nuevos estándares reemplazarían a los anteriores, del otro Pulgar Vidal, el ex ministro del Ambiente de la gestión de Ollanta Humala.

Fredy Valencia, gerente de Medio Ambiente del Gobierno Regional de Junín, nos ha dicho que lo ambiental no puede afectar lo económico. 

Pueden ir de la mano, en equilibrio. Que por defender la hoja de un árbol no se puede sacrificar el bienestar de las personas. Ha dicho además que, con las nuevas normas ambientales que proponen las autoridades, “no estamos fuera de los estándares internacionales” y que el pronunciamiento de los ingenieros de Junín “es reduccionista y de posición extrema, sin tomar en cuenta el equilibrio que debe haber entre lo social, económico y ambiental”. Vale la sensatez del ambientalista Valencia. Apoya el valor agregado que se puede obtener de los minerales que abundan en la cordillera andina y se ubica fuera del extremismo ambiental que bloquea la inversión privada y las actividades extractivas.

La biodiversidad debe ser protegida tanto como los recursos naturales deben ser explotados de manera responsable. Y de eso los deben saber mejor los ingenieros colegiados: que con la ciencia y la tecnología se favorece tanto al hombre y a la naturaleza; construyendo, por ejemplo, reservorios de agua y plantado quinuales y plantas autóctonas a más de 4,000 m.s.n.m. No hay mayor pensamiento radical que abrazarse de un árbol para protegerlo, sabiendo que la pobreza es una amenaza para la estabilidad social de cualquier país.

Está de más decir que los nuevos parámetros ambientales facilitarían la venta del Complejo Metalúrgico La Oroya, y que en la Universidad del Centro, también hay carreras profesionales vinculadas a las actividades extractivas. Recordemos que los comunistas de antes sostenían que las actividades extractivas debían servir a los intereses populares y, por eso, debían estar controladas por el Estado. No hablaban de desaparecerlas con relatos ambientalistas falsos.

¿Qué pasó colegas? ¿Abandonan los intereses populares para defender soterrados intereses políticos? ¿Se niegan a sí mismos si, como ingenieros, han sido entrenados para edificar y construir con el saber? Lo sensato es promover más inversión responsable para crecer económicamente, y así resolver el abandono vergonzoso en el que todavía se encuentran los rincones del Perú. Esa es la tarea y no otra.



Manuel Gago

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