El cantautor Max Castro Miranda, quien a los 9 años de edad debutó en el teatro Cavero de la ciudad de Ayacucho, presenta el quinto álbum de su carrera, Buscando un sueño, con diez canciones que definen sus propios sueños sonoros.
"El artista está para alegrar los corazones de toda la gente que consume nuestro folclor", define.
Es, de lejos, el álbum con mejor sonido y de arreglos más complejos de este guitarrista y charanguista que también ama trabajar con los sintetizadores.
Una de las novedades son los "metales" (trompetas, trombones) que dan otro color a huainos y carnavales a la hora de combinarse con zampoñas y quenas, como en "El soltero", carnaval suyo; o sus versiones del huaino del norte chico "La última carta" y la cumbia andina "Antawara".
Los nuevos sonidos incorporados no son majadería. "De a pocos quiero internacionalizar nuestra música, pero hay que tener mucho cuidado al innovar, hay que ir paso por paso. Muchas veces se ha pecado en fusionar saliéndose del margen", cuenta Max.
Buscando un sueño le tomó dos años de producción. Mas el CD tuvo que aguardar otro año más para ver la luz porque hoy, lo conoce Max, un álbum no se promociona en provincias si no tiene videos de todos los temas.
Es el nuevo mercado andino. Así que se puso bajo las órdenes del músico y cineasta Lucho Quequezana y trabajaron los audiovisuales en alta definición, tanto que también tiene lista la versión blu-ray, para cuando este nuevo formato se consolide.
Max Castro ha cuidado la presentación al mínimo del devedé y cedé, pues "no por la piratería vamos a sacar malas cosas, porque estos álbumes llegarán a gente que gusta de tener buenas producciones". El artista prefiere no hablar de géneros musicales particulares sino de "música andina contemporánea".
"Hay artistas que hacen música tradicional y otros que realizan música contemporánea. Los tradicionalistas tienen la responsabilidad de mantener las raíces, sacar canciones en quechua. Y nosotros debemos innovar, ver cómo podemos recrear las canciones", explica Max.
Él la tiene clara: si a inicios de los noventa fue de los que tuvo que salir de Ayacucho por la subversión y no pudo tener las vivencias de sus hermanos, tuvo algo positivo, le permitió abrirse más mundo.
"Sino, hubiese estado ahí nomás". "Lo que hago hoy en la música tiene otro color, es distinto, hacemos música de todo tipo, de Huancayo, de Apurímac, del norte chico, porque no solo cantamos a Ayacucho sino a todo el Perú."
Es, de lejos, el álbum con mejor sonido y de arreglos más complejos de este guitarrista y charanguista que también ama trabajar con los sintetizadores.
Una de las novedades son los "metales" (trompetas, trombones) que dan otro color a huainos y carnavales a la hora de combinarse con zampoñas y quenas, como en "El soltero", carnaval suyo; o sus versiones del huaino del norte chico "La última carta" y la cumbia andina "Antawara".
Los nuevos sonidos incorporados no son majadería. "De a pocos quiero internacionalizar nuestra música, pero hay que tener mucho cuidado al innovar, hay que ir paso por paso. Muchas veces se ha pecado en fusionar saliéndose del margen", cuenta Max.
Buscando un sueño le tomó dos años de producción. Mas el CD tuvo que aguardar otro año más para ver la luz porque hoy, lo conoce Max, un álbum no se promociona en provincias si no tiene videos de todos los temas.
Es el nuevo mercado andino. Así que se puso bajo las órdenes del músico y cineasta Lucho Quequezana y trabajaron los audiovisuales en alta definición, tanto que también tiene lista la versión blu-ray, para cuando este nuevo formato se consolide.
Max Castro ha cuidado la presentación al mínimo del devedé y cedé, pues "no por la piratería vamos a sacar malas cosas, porque estos álbumes llegarán a gente que gusta de tener buenas producciones". El artista prefiere no hablar de géneros musicales particulares sino de "música andina contemporánea".
"Hay artistas que hacen música tradicional y otros que realizan música contemporánea. Los tradicionalistas tienen la responsabilidad de mantener las raíces, sacar canciones en quechua. Y nosotros debemos innovar, ver cómo podemos recrear las canciones", explica Max.
Él la tiene clara: si a inicios de los noventa fue de los que tuvo que salir de Ayacucho por la subversión y no pudo tener las vivencias de sus hermanos, tuvo algo positivo, le permitió abrirse más mundo.
"Sino, hubiese estado ahí nomás". "Lo que hago hoy en la música tiene otro color, es distinto, hacemos música de todo tipo, de Huancayo, de Apurímac, del norte chico, porque no solo cantamos a Ayacucho sino a todo el Perú."
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